viernes, 8 de agosto de 2008

TAREA CAPITULO DIEZ

8 comentarios:

carlos monjaras m dijo...

MATERIA: Naturaleza y Misión de la Iglesia II
TAREA: Resumen del libro La misión en transformación
PROFESOR: Rafael Pola Baca
ALUMNO: Carlos Monjaras Mirón


LECCIÓN DIEZ
EL SURGIMIENTO DE UN PARADIGMA POSMODERNO

Los nuevos paradigmas no aparecen de la noche a la mañana. Demoran décadas, hasta siglos, en desarrollar su perfil distintivo. El nuevo paradigma, por lo tanto, todavía se encuentra en el proceso de formación y aún no es del todo claro qué forma adoptará al fin.
Sería imposible trazar con detalle el proceso que llevó a la desintegración del paradigma de la Ilustración.
El racionalismo tenía tanto sentido, particularmente a la luz de sus impresionantes logros en la ciencia y la tecnología, que parecía absurdo cuestionarlo.
Con el transcurso del tiempo llegó a ser obvio que remezones similares se presentarían también en otras disciplinas, incluidas las humanidades. Llegó a ser evidente que Occidente, con la comprensión de la realidad heredada del pasado, estaba en aprietos. Había en el ambiente la exigencia de una crítica más profunda al paradigma de la Ilustración. Tal lectura, en efecto, se dio cuando los investigadores comenzaron a tomar con mayor seriedad el lugar de la historia, del sujeto humano y del grupo social.
Cada una de las cinco respuestas se ensayó en el programa misionero de la Iglesia cristiana, en particular durante el siglo veinte. El siglo veinte ha visto el resurgir poderoso de las llamadas religiones mundiales: Islam, el budismo y el induismo. Lo mismo es cierto respecto al cristianismo.
En Polonia, a pesar de casi cincuenta años de gobierno marxista, la Iglesia Católica Romana parece tener más apoyo de la población que en cualquier época de la historia actual.
Las doctrinas centrales del cristianismo tradicional, según Frye, pueden expresarse únicamente en forma de metáfora; cada intento de ir más allá de eso y explicar las doctrinas tiene un fuerte olor a mortalidad intelectual.

El desafío a la Ilustración.
El problema con el cientificismo es encadenar el pensamiento humano tan cruelmente, como cualquier otro sistema autoritario de creencia.
Cuando la religión se desmorona o se seca, no solo sufren las personas por falta de sentido en la vida sino también la civilización se resquebraja.
La religión y la ciencia se han abrazado y están en perfecto armonía sin tensión alguna.
La fe cristiana siempre ha denominado como malvado todo lo que destruye la vida. Nunca ha afirmado su confianza en Dios sin al mismo tiempo desafiar el poder de los antidioses. Aún si se puede afirmar con toda confianza hoy que muchas de las viejas batallas entre ciencia y religión carecen de sentido, y que la religión puede anticipar un papel más vital en la sociedad que bajo el dominio del paradigma de la Ilustración.
es necesario admitir que las tensiones seguirán y que el futuro papel de la religión será difuso.

Más allá del esquema sujeto-objeto
El dominio sobre la naturaleza y su objetivización, así como el sometimiento del mundo físico a la mente y la voluntad humanas, según el patrón de la Ilustración, tuvo consecuencias desastrosas.
Paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Al mismo tiempo, y paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Primero, la máquina reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas.
Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes se encuentra en lo que actualmente denominamos la crisis ecológica. Hemos herido la capa de ozono, quizá firmando así nuestro propio certificado de defunción. Somos la primera generación que, gracias a la ayuda del poder nuclear, puede destruirse a sí misma.

El redescubrimiento de la dimensión teleológica
La eliminación del propósito y el razonamiento causal lineal proveniente de la Ilustración al fin y al cabo postuló un universo sin sentido. El ser humano, sin embargo, no puede continuar viviendo sin sentido, propósito y esperanza.
Hacia finales del siglo diecinueve, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una teología no escatológica a una escatológica.
Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión, de responsabilidad, de revisión de realidades y posiciones anteriores, sumergidas por muchos años por la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más para inspirar a personas cuya esperanza se había desvanecido.
La Iglesia debía ir más allá de la simple provisión de un servicio tipo ambulancia; debía ocuparse de la reconstrucción rural, de la solución de los problemas industriales.

El desafío al pensamiento progresista.
Tanto católicos romanos como protestantes se unieron con entusiasmo al nuevo proyecto. Las consecuencias del modelo del desarrollo, sin embargo, fueron contrarias a lo que se había esperado. Los países ricos se volvieron más ricos y los pobres aún más pobres. En los países pobres, las clases privilegiadas parecen ser las que se han beneficiado más de los programas, Social y ecológicamente los resultados fueron a menudo casi desastrosos. Los proyectos de desarrollo con frecuencia tuvieron el efecto opuesto a lo esperado: los desarrollistas de Occidente se volvían aún más poderosos que antes, y la brecha del poder entre norte y sur, en vez de cerrarse, de hecho se abrió más.
Las naciones industrializadas acumularon sus riquezas por medio de la explotación de los países no occidentales en el período de la colonización. De hecho, hay pobreza porque hay riqueza.

Un marco fiduciario
Fundamental para el paradigma de la Ilustración era la distinción radical entre hechos y valores. No han sido solamente los monstruos liberados por la ciencia los que han ayudado a la ciencia de la Ilustración a volverse cuerda.
La objetividad, generalmente atribuida a las ciencias exactas, ha demostrado ser una ilusión y, en efecto, un ideal falso.
El paradigma bien puede ser una cosmovisión científica particular, o una religión o ideología. Puede que sea un caso de aferrarse a creencias no comprobadas, pero no es cuestión de estar actuando irracionalmente. Más bien. La posición auténticamente cristiana en ese sentido es de humildad y autocrítica.
Sabemos mejor que nunca que, aunque el futuro permanece abierto e invita a la libertad, se nos advierte respecto a nuevas tiranías y estamos enfrentando nuevas ansiedades.
Esta percepción reviste de una importancia determinante para la actitud de la misión y del misionero cristianos frente a personas de otras creencias.

Optimismo en disciplina
Los grandes proyectos de Occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el Tercer Mundo, han sido casi todo un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos disfruten de paz, libertad y justicia, se volvió una pesadilla de conflicto, esclavitud e injusticia. Desde la década de los setenta se ha oscurecido el horizonte progresivamente. La gente se da cuenta otra vez de la realidad del mal en el ser humano y en las estructuras de la sociedad. El horizonte ya no es ilimitado.
Todo esto no sugiere, que debemos rendirnos ante el pesimismo y la desesperanza. La gente a nuestro alrededor esta buscando un nuevo sentido para la vida. Este es el momento en que la Iglesia y la misión cristianas, una vez más, podrían humilde pero firmemente presentar la visión del Reino de Dios.

Hacia la interdependencia
El credo de la Ilustración enseñaba que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente de lo que otros piensen o digan. La supuesta apertura del liberalismo moderno significa, en realidad, no tomar en serio a otros, que a pesar de tener la libertad para creer y hacer lo que quieran, muchos ya no creen en nada e invierten su vida entera en el trabajo frenético y en el juego frenético para no enfrentar la realidad, para evitar mirar el abismo.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia. El individuo no es un nómada sino que forma parte de un organismo. Únicamente hay salvación y supervivencia juntas. La generación del yo tiene que ceder ante la generación de nosotros. La razón instrumental de la Ilustración necesita el complemento de la razón comunicativa. En esto radica precisamente la actualidad del redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad.

eleazzar gonzalez garcia dijo...

SEMINARIO TEOLOGICO BAUTISTA CAMPUS HOREB

MATERIA: Naturaleza y Misión de la Iglesia
TAREA: Resumen del libro MISIÓN EN TRANSFOMACIÓN
PROFESOR: Rafael Pola Baca
ALUMNO: Eleazar González García

LECCIÓN DIEZ
EL SURGIMIENTO DE UN PARADIGMA POSMODERNO

Los nuevos paradigmas no aparecen de la noche a la mañana. Demoran décadas, hasta siglos, en desarrollar su perfil distintivo.
Sería imposible trazar con detalle el proceso que llevó a la desintegración del paradigma de la Ilustración.
El racionalismo tenía tanto sentido, particularmente a la luz de sus impresionantes logros en la ciencia y la tecnología, que parecía absurdo cuestionarlo.
Con el transcurso del tiempo llegó a ser obvio que remezones similares se presentarían también en otras disciplinas, incluidas las humanidades. Llegó a ser evidente que Occidente, con la comprensión de la realidad heredada del pasado, estaba en aprietos. Había en el ambiente la exigencia de una crítica más profunda al paradigma de la Ilustración. Tal lectura, en efecto, se dio cuando los investigadores comenzaron a tomar con mayor seriedad el lugar de la historia, del sujeto humano y del grupo social.
Cada una de las cinco respuestas se ensayó en el programa misionero de la Iglesia cristiana, en particular durante el siglo veinte. El siglo veinte ha visto el resurgir poderoso de las llamadas religiones mundiales: Islam, el budismo y el induismo. Lo mismo es cierto respecto al cristianismo.
En Polonia, a pesar de casi cincuenta años de gobierno marxista, la Iglesia Católica Romana parece tener más apoyo de la población que en cualquier época de la historia actual.
Las doctrinas centrales del cristianismo tradicional, según Frye, pueden expresarse únicamente en forma de metáfora; cada intento de ir más allá de eso y explicar las doctrinas tiene un fuerte olor a mortalidad intelectual.
El problema con el cientificismo es encadenar el pensamiento humano tan cruelmente, como cualquier otro sistema autoritario de creencia.
Cuan do la religión se desmorona o se seca, no solo sufren las personas por falta de sentido en la vida sino también la civilización se resquebraja.
La religión y la ciencia se han abrazado y están en perfecto armonía sin tensión alguna.
La fe cristiana siempre ha denominado como malvado todo lo que destruye la vida. Nunca ha afirmado su confianza en Dios sin al mismo tiempo desafiar el poder de los antidioses. Aún si se puede afirmar con toda confianza hoy que muchas de las viejas batallas entre ciencia y religión carecen de sentido, y que la religión puede anticipar un papel más vital en la sociedad que bajo el dominio del paradigma de la Ilustración.
Paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Primero, la máquina reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas.
Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes se encuentra en lo que actualmente denominamos la crisis ecológica. Hemos herido la capa de ozono, quizá firmando así nuestro propio certificado de defunción. Somos la primera generación que, gracias a la ayuda del poder nuclear, puede destruirse a sí misma.
La eliminación del propósito y el razonamiento causal lineal proveniente de la Ilustración al fin y al cabo postuló un universo sin sentido.
Hacia finales del siglo diecinueve, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una teología no escatológica a una escatológica.
Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión, de responsabilidad, de revisión de realidades y posiciones anteriores, sumergidas por muchos años por la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más para inspirar a personas cuya esperanza se había desvanecido.
La Iglesia debía ir más allá de la simple provisión de un servicio tipo ambulancia; debía ocuparse de la reconstrucción rural, de la solución de los problemas industriales.
Las consecuencias del modelo del desarrollo, sin embargo, fueron contrarias a lo que se había esperado. Los países ricos se volvieron más ricos y los pobres aún más pobres. En los países pobres, las clases privilegiadas parecen ser las que se han beneficiado más de los programas, Social y ecológicamente los resultados fueron a menudo casi desastrosos. Los proyectos de desarrollo con frecuencia tuvieron el efecto opuesto a lo esperado: los desarrollistas de Occidente se volvían aún más poderosos que antes, y la brecha del poder entre norte y sur, en vez de cerrarse, de hecho se abrió más.
Las naciones industrializadas acumularon sus riquezas por medio de la explotación de los países no occidentales en el período de la colonización. De hecho, hay pobreza porque hay riqueza.
Fundamental para el paradigma de la Ilustración era la distinción radical entre hechos y valores. No han sido solamente los monstruos liberados por la ciencia los que han ayudado a la ciencia de la Ilustración a volverse cuerda.
La objetividad, generalmente atribuida a las ciencias exactas, ha demostrado ser una ilusión y, en efecto, un ideal falso.
El paradigma bien puede ser una cosmovisión científica particular, o una religión o ideología. Puede que sea un caso de aferrarse a creencias no comprobadas, pero no es cuestión de estar actuando irracionalmente. Más bien. La posición auténticamente cristiana en ese sentido es de humildad y autocrítica.
Sabemos mejor que nunca que, aunque el futuro permanece abierto e invita a la libertad, se nos advierte respecto a nuevas tiranías y estamos enfrentando nuevas ansiedades.
Los grandes proyectos de Occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el Tercer Mundo, han sido casi todo un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos disfruten de paz, libertad y justicia, se volvió una pesadilla de conflicto, esclavitud e injusticia. Desde la década de los setenta se ha oscurecido el horizonte progresivamente. La gente se da cuenta otra vez de la realidad del mal en el ser humano y en las estructuras de la sociedad. El horizonte ya no es ilimitado.
Todo esto no sugiere, que debemos rendirnos ante el pesimismo y la desesperanza.
El credo de la Ilustración enseñaba que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente de lo que otros piensen o digan. La supuesta apertura del liberalismo moderno significa, en realidad, no tomar en serio a otros, que a pesar de tener la libertad para creer y hacer lo que quieran, muchos ya no creen en nada e invierten su vida entera en el trabajo frenético y en el juego frenético para no enfrentar la realidad, para evitar mirar el abismo.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia. El individuo no es un monada sino que forma parte de un organismo. Únicamente hay salvación y supervivencia juntas. La generación del yo tiene que ceder ante la generación de nosotros. La razón instrumental de la Ilustración necesita el complemento de la razón comunicativa. En esto radica precisamente la actualidad del redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad.

FERNANDO RODRIGUEZ dijo...

Diez
El surgimiento de un paradigma posmoderno


El fin de la era moderna

El período de transición entre paradigmas se caracteriza por un profundo sentido de incertidumbre, y de hecho la incertidumbre
parece ser uno de las pocas constantes de la era contemporánea y uno de los factores que engendra fuertes
reacciones a favor de la continuidad del paradigma de la Ilustración, aunque desde todo ángulo es innegable su declive.

A pesar de sus diferencias, podría argumentarse que existe un grado de convergencia entre las teorías propuestas por
Kuhn y Polanyi. Habermas, Paul Ricoeur y, más recientemente, John Thompson y Charles Taylor han elaborado ideas
similares (cf. Nel 1988). Bajo todas estas perspectivas la teoría científica, la historia, la sociología y la hermenéutica van de
la mano (cf. Küng 1987:162). Está surgiendo una visión nueva que afecta a todas las ciencias, tanto a las humanas como
a las naturales. Habermas afirma que, además de la razón «instrumental» de la Ilustración, debemos crear espacio para lo
que él llama la razón «comunicativa». Y Kuhn argumenta que el conocimiento científico no es el resultado de una investigación
objetiva, ni «instrumental», ni «mecanicista», sino el producto de las circunstancias históricas de una comunicación
«intersubjetiva». De esta manera él desafía la tesis de la Ilustración que le daba prioridad al pensar sobre el ser, y a la
razón sobre la acción (cf. Lugg 1987:176).

El desafío a la Ilustración

La expansión del racionalismo

Es importante reconocer que estos modos de pensamiento y expresión no son ni irracionales ni antirracionales. El
problema con el cientificismo es encadenar el pensamiento humano tan cruelmente, como cualquier otro sistema autoritario
de creencia, que no «provee espacio para nuestras creencias más vitales y… nos obliga a disfrazarlas en términos
ridículamente inadecuados» (Polanyi 1958:265). El [página 433] mejor teólogo, según Gregorio Nacianceno, no es el que
puede desglosar de manera completa y lógica el tema, sino el que «mejor reúna la imagen y la sombra de la Verdad», y
supere así los límites del racionalismo «puro» (cf. Young 1988:308). La verdadera racionalidad, por ende, incluye también
la experiencia. He aquí la importancia del acercamiento teológico de Schleiermacher y la validez del movimiento pentecostal
y de la renovación carismática (cf. Lederle 1988), y de muchas otras manifestaciones «experienciales» de la religión

No estoy sugiriendo, entonces, el abandono de la racionalidad. Es imprescindible escoger de lo mejor de las expresiones
modernas de la ciencia, la filosofía, la crítica literaria, el método histórico y el análisis social y «constantemente reflexionar
y repensar nuestro entendimiento teológico a la luz de todo ello» (Young 1988:311). Debemos, de hecho, retener
y defender el poder crítico de la Ilustración pero, a la vez, rechazar su reduccionismo.

Más allá del esquema sujeto-objeto

El dominio sobre la naturaleza y su objetivización, así como el sometimiento del mundo físico a la mente y la voluntad
humanas, según el patrón de la Ilustración, tuvo consecuencias desastrosas. Resultó en un mundo «cerrado, en esencia
completo e inmutable… simple y superficial, y fundamentalmente sin misterio: una máquina programada rígidamente» (H.
Schilling, citado en Hiebert (1985b:13).
Al mismo tiempo, y paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Primero, la máquina
reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas. La producción subió
al trono del más alto objetivo humano, con el resultado de que todos han tenido que rendir culto en el altar de la autonomía
de la tecnología.

El redescubrimiento de la dimensión teleológica

Hacia finales del siglo diecinueve, sin embargo, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una
teología no-escatológica a una escatológica (cf. Martin 1987:373s). Esto señala una ruptura con la idea de que todo tiene
que ser consecuencia predecible o determinada de alguna ley, algo dado de manera inmutable. Se reintrodujeron las categorías
de contingencia e incertidumbre. La noción de cambio —la creencia que las cosas pueden ser diferentes, que no
es necesario vivir según viejos modelos establecidos, que no todas las cosas suceden siguiendo leyes inmutables de causa
y efecto— vuelve a ser reconocida como una categoría tanto teológica como sociológica, e infunde esperanza en el
corazón de millones, especialmente entre los menos privilegiados. Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión,
de responsabilidad, de revisión de realidades y [página 436] posiciones anteriores, sumergidas por muchos años por
la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más para inspirar a personas cuya esperanza
se había desvanecido (:373s, 384) y al mismo tiempo para dar una nueva importancia a la misión

El desafío al pensamiento progresista

Se propagó, entonces, un nuevo modelo. El problema ya no radicaba en la relación entre el atraso y la modernidad,
como habían pensado las personas cuyo pensamiento estaba permeado por el marco de la Ilustración, sino en la relación
entre dependencia y liberación (cf. Nürnberger 1982:292–349; Bragg 1987:28–31; Gutiérrez 1988:13–25). La equidad nunca
se logrará por medio del modelo de «goteo» de la riqueza desde arriba hacia abajo, del rico al pobre, sino por medio de
«un golpe de Estado» contra el actual sistema internacional. Las naciones industrializadas acumularon sus riquezas por
medio de la explotación de los países no occidentales en el período de la colonización. De hecho, hay pobreza porque hay
riqueza (Gutiérrez).

Un marco fiduciario

Todo este tema se ha complicado tremendamente por el hecho de que la ciencia moderna ha desatado y puesto en
manos humanas poderes jamás imaginados, poderes que ya no se pueden ver como neutrales o libres de valores, para
cuya administración las personas carecen totalmente de preparación (cf. Guardini 1950:94). Los vientos radioactivos que
sobrevolaron Hiroshima y Nagasaki, dice M. Wartofsky, se llevaron los últimos vestigios de la inocencia científica (referencia
en Lamb 1984:12). De hecho, la distinción hecho-valor en la ciencia resultó ser el suicidio [página 439] de la misma
ciencia (cf. Bloom 1987:38s). «El objetivismo —dice Polanyi (1958:286)— ha falsificado totalmente nuestra concepción de
la verdad

La física a partir de Einstein, el descubrimiento de la ambigüedad del poder, la crítica implacable del Tercer Mundo de
las presuposiciones tradicionalmente sagradas de la ciencia y la manera en que las ideologías han usurpado el lugar tradicional
de la religión subyacen a la crisis en que cayó la Ilustración. La objetividad, generalmente atribuida a la ciencias
«exactas», ha demostrado ser una ilusión y, en efecto, un ideal falso (Polanyi 1958:18). El marco «objetivista» ha mutilado
la mente humana (:381). Por lo tanto, Polanyi (:266) propone una perspectiva en la que una vez más debemos reconocer
la fe como la fuente de todo conocimiento y en la que abracemos conscientemente un «marco fiduciario». «Toda verdad —
dice él (:286)— no es más que el polo exterior del creer, y destruir el creer sería negar toda verdad.» Polanyi luego promociona
(:266), como punto de partida para la investigación científica, el refrán de Agustín: nisi credideritis, non intelligitis (a
menos que uno crea, no entiende).6


[Nuestra capacidad crítica] ha dotado a la mente de una capacidad para autotrascenderse, de la cual nunca más podremos
desprendernos. Hemos comido del Árbol una segunda manzana que ha puesto para siempre a riesgo nuestro conocimiento
del bien y del mal: desde ahora en adelante tenemos que aprender a conocer estas cualidades a la luz cegadora
de nuestras nuevas capacidades analíticas (1958:268).
Pero aun en el proceso de «admitir con humildad la incertidumbre de nuestras conclusiones» (:271), porque una «filosofía
fiduciaria no elimina la duda» (:318), el cristiano sigue aferrado a creencias no comprobadas. Es precisamente una
postura de fe autocrítica así la que puede protegernos de la naturaleza «ciega y engañosa» de un «credo convertido en
ciencia» (:268). El asumir una postura cristiana autocrítica puede ser en el mundo moderno la única manera de neutralizar
las ideologías; el único vehículo que puede salvarnos del autoengaño y librarnos de depender de sueños utópicos (cf.
Lübbe 1986:63).

Optimismo en disciplina
Todo esto no sugiere, sin embargo, que debemos rendirnos ante el pesimismo y la desesperanza. La gente a nuestro
alrededor está buscando un nuevo sentido para la vida. Este es el momento en que la Iglesia y la misión cristianas, una
vez más, podrían humilde pero firmemente presentar la visión del Reino de Dios, no como una utopía sino como una realidad
escatológica que brilla, aunque de manera opaca, en medio del presente sombrío, lo ilumina y le da sentido. Es un
sendero que va más allá del optimismo de la Ilustración y el pesimismo posterior.

Hacia la interdependencia

El credo de la Ilustración enseñaba que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente
de lo que otros piensen o digan.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente
humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso. Sin ellos, a largo plazo, nadie
sobrevive en realidad. Lo que se demanda ahora es estar dispuestos a una postura firme aun si resulta no conformista o
peligrosa. La tolerancia no es una virtud sin ambigüedad, especialmente la del tipo «yo estoy bien, tu estás bien», que no
deja lugar para el desafío mutuo.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia, de «simbiosis» (cf. Sundermeier
1986: passim). El individuo no es un mónada sino que forma parte de un organismo. Vivimos en un mundo, en el
cual el rescate de unos a expensas de otros no es posible. Únicamente hay salvación y supervivencia juntos. Esto incluye
no sólo una nueva relación hacia la naturaleza sino también entre las personas. La «psicología de la separación» tiene
que abrir paso a una «epistemología de la participación». La «generación del ‘yo’» tiene que ceder ante la «generación de
‘nosotros’». La razón «instrumental» de la Ilustración necesita el complemento de la razón «comunicativa» (Habermas),
porque la existencia humana es por definición una existencia intersubjetiva. En esto radica precisamente la actualidad del
redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad de quienes
comparten un destino común.

Francisco Naves dijo...

Capitulo 10
El surgimiento de un paradigma posmoderno.

El fin de la era moderna.

Los paradigmas nuevos no aparecen de la noche a la mañana, pueden demorar hasta siglos, para desarrollar su perfil distintivo, por consiguiente el nuevo paradigma, se encuentra en proceso de formación y aún no es del todo claro y no sabemos qué forma adoptará al fin. Se puede decir que estamos orando en dos paradigmas, la continuación del paradigma de la ilustración, que deja ver su innegable declive. Descartes, padre de la ilustración, apeló al principio de la duda radical como él meollo de su método, y dio la pauta para el desarrollo de la ciencia, la filosofía, la teología, etc. El enfatizó una metodología racional y deductiva (matemática) para la ciencia. Francis Bacon (1561-1626e), postuló un acercamiento inductivo, mientras Isaac Newton (1642-1717) por primera vez introdujo una combinación de los dos métodos. Éstos permanecieron como dos modelos complementarios. El racionalismo parecía absurdo cuestionarlo. Werner Heisenberg afirmó que los fundamentos mismos de la ciencia habían comenzado a sacudirse. Karl Barth fue el primero en romper fundamentalmente con la tradición teológica liberal. La ilustración se estaba autodestruyendo. El retroceso era evidente en el progreso. Hubo críticas profundas al paradigma de la ilustración. En este sentido hubo dos publicaciones pioneras: el conocimiento personal (de Michael Polanyi), y la estructura de las resoluciones científicas (de Tomás Kuhn), quien afirma “la historia, vista como algo más que recipiente de anécdota y cronología, pudo producir una transformación decisiva de la imagen de la ciencia de la cual hoy estamos poseídos” (1970). De esta manera el desafía la tesis de la ilustración que daba prioridad al pensar sobre el ser, y la razón sobre la acción.

El desafío de la ilustración.

Reflexionando sobre las siete características principales la ilustración que se dieron el capítulo nueve, cada una de ellas ha sido desactivada por el reciente cambio paradigmático.
La expansión del racionalismo.

Señalaron el capítulo anterior cinco respuestas al fenómeno de la elevación de la razón como la única facultad promedio de la cual el ser humano logra el conocimiento y el discernimiento, las cuales se ensayaron en el programa misionero de la Iglesia cristiana, durante el siglo 20. La religión molida de causas naturales. El siglo XX ha sido escenario de un resurgimiento de las religiones es mundiales: Islam, el budismo y el hinduismo. Por otro lado el movimiento pentecostal ha crecido incluso más que la comunidad luterana, la reformada y la anglicana. Por otro lado el cristianismo está en proceso de expansión, no obstante las muchas veces brutal suspensión de la religión en la bloque soviético y la china. En América latina el cristianismo, ha tomado un vigor que supera al del catolicismo romano. En África el cristianismo ha crecido muy modestamente. Gregorio Naciareno (330-389 d. C.)declara como herejes a aquellas personas que afirman “haber conocido a fondo Dios por medio de los poderes de la razón humana”, están hoy resucitando, pues crean formas que “sintetizan y evocan la integración de la mente y la voluntad”, “no sólo tocan la mente, sino que obligan al corazón”, “mejor reúna la imagen y la sombra de la verdad”, incluye también la experiencia. Dice no estoy sugiriendo, el abandono de la racionalidad. Estamos llamados a reconcebir la racionalidad expandiendo la racionalidad expandiéndola. La civilización se resquebraja. El alma humana aborrece el vacío. Si la Fed de Dios se esfuma, vienen otros dioses para tomar su lugar. La ciencia no es inherentemente adversa a la fe cristiana. Las religiones orientales en particular el taoísmo y el budismo, con el concepto chino de yin y yang, que resultan atractivas a la luz del conflicto tradicional entre ciencia y religión. El paradigma posmoderno ha tragado veneno que no va ser tan fácil de digerir. La fe cristiana siempre la denominado como malvado todo lo que destruye la vida. Y desafía a los poderes de los anti dioses. Sólo cabe un testimonio depurado y humilde de larga última de Dios en Jesucristo.

Más allá del esquema sujeto-objeto.

Primero, la máquina reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas. Se ha tenido que rendir culto al altar de la autonomía de la tecnología. Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes, es la crisis ecológica. Tratamos a la tierra como un objeto insensible y ahora agoniza en nuestras propias más. Hemos querido la capa de ozono, quizás firmando así nuestro propio certificado de defunción. El poder nuclear, puede destruirse a sí mismo. El llamado es a pensar en términos integrales en vez de analíticos. Las personas, no pueden ser vistas como meros objetos manipulables y explotables.

El descubrimiento de la dimensión teológica.

En círculos teológicos, esto significó inter alia. El mundo cambiaría para bien sistemáticamente hasta que, casi imperceptiblemente, el reino de Dios amanece el día sobre la tierra. Se reintrodujeron las categorías de contingencia e incertidumbre. Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión de response al de revisión de realidades y posiciones anteriores, sumergidas por años por la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más país y la a personas cuyas esperanzas se habían desvanecido y al mismo tiempo para una nueva importancia a la misión cristiana.

El desafío al pensamiento progresista.

La expansión colonial se debió en gran parte al pensamiento progresista de la ilustración. “Colonialismo benéfico”, se luchó parte de la prensa misionera del cristianismo. “Acercamiento más abarcador”. Después de la Segunda Guerra Mundial esta filosofía, paso por reformas hasta llegar a ser reemplazado por la noción de “desarrollo”. ¡El desarrollo iba a solucionar los problemas del tercer mundo! “en el umbral de una nueva época”, “progresivamente a dominar cada vez más la naturaleza”, “crear nuevas posibilidades casi a gusto”. Los países ricos se volvieron más ricos y los sabores aún más pobres. En países pobres, las casi privilegiadas parecen ser las que se han beneficiado más de los programas. La gente muchas veces era considerada como simples objetos. Aún más importante dar todo el área del poder. Este era el meollo del asunto. “Desarrollistas” occidentales, no tenían voluntad o capacidad para transferir el poder a los pobres del tercer mundo. “La brecha del poder” entre Norte y Sur, en vez de cerrarse, hecho se abrió más. PabloVI, el desarrollo no resultó ser como esperaba, una nueva palabra para la paz, sino otra palabra para la explotación. Se propagó entonces, un nuevo modelo. El problema ya no radicaba en la relación entre atraso y la modernidad, sino la relación entre dependencia y liberación. El modelo liberacionista tampoco está completamente libre de algunas de las influencias desgarradoras de la ilustración que afectan al modelo modernizador.

Un marco fiduciario.

Hiroshima y Nagasaki, se llevaron los últimos vestigios de la inocencia científica. De hecho, la distinción hecho-valor en la ciencia resultó ser el suicidio de la misma ciencia. Las grandes ideologías del siglo XX-marxismo, capitalismo, fascismo y socialismo nacional-deben su existencia al cientificismo de la ilustración. Agustín afirmaba “a menos que uno crea, no entiende”. El paradigma bien puede ser una cosmovisión científica para circular, o una religión o ideología. “Ciencias no comprobada”. La posición auténticamente cristiana en este sentido es de humildad y autocrítica. Desde ahora en adelante tenemos que aprender a conocer estas cualidades a la luz cegadora de nuestra nueva .Capacidad analítica. El único vehículo que puede salvarnos del autoengaño y libarnos de depender de sueños utópicos, es el asumir una postura cristiana.

Optimismo en disciplina.

Como los otros elementos de la cosmovisión de la ilustración, él cree que todos los problemas pueda resolverse en principio también se encuentra bajo presión creciente. Los grandes proyectos de occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el tercer mundo, han sido casi todos un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos sufren de la paz, la libertad y la justicia, se volvió una pesadilla de conflictos, esclavitud e injusticia. La decisión es de tal magnitud y tan fundamental que es imposible desconocerla o reprimir la.

Hacia la interdependencia.

El creador e ilustraciones señalan que cada individuo estaba en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente de lo que otros piensen o diga. Este acercamiento tuvo consecuencias desastrosas. Sede dos cosas a romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso. Segundo estamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia, de “simbiosis”. El individuo no es un nómada sino forma parte de un organismo. En esto radica precisamente la cualidad del redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad de quienes comparten un destino común.

Francisco Naves dijo...

Once11.

Misión en tiempos de prueba.

La presencia de una crisis de mayores proporciones. La ciencia, la tecnología y la industrialización han perdido su encanto. Dos guerras mundiales devastadoras; las revoluciones de Rusia y la china; los horrores hechos por los gobiernos., el socialismo nacional, el fascismo, el comunismo y el capitalismo; la creciente brecha entre ricos y pobres, rumbo a un desastre ecológico de escala cósmica. Grupos bautistas que rechazan el bautismo de infantes.. La Iglesia también a perdidos en posición de privilegio. En los tradicionales “campos misioneros”, ha sufrido una profunda revisión. Ahora van países con frecuencias hostiles. David Barrett dijo que en promedio de dos o tres países cada año se niegan a recibir personal misionero. El Islam es una fuerza temible en muchas partes del mundo. Especialmente en China un misionero constituye una presencia embarazosa o un impedimento. En transcurso del siglo XX la empresa misionera en la misma idea misionera han sufrido profundas modificaciones. “Han sido gente de mi lucha, no muy sabia, no muy Santa y tampoco paciente. Han violado la mayoría de los mandamientos y caído en todo los errores imaginables”. La misión cristiana no parece haber sido el objeto de la gracia y bendición de Dios sido de su juicio. Esta y todo lo que conlleva pertenecer a una época pasada. Merece un panegírico para luego ser enterrada. Las masas en la visión con indiferencia y en círculos intelectuales y hasta clericales ya no tiene sentido. Otros en cambio, han argumentado que la Iglesia cristiana es “misionera por su propia naturaleza”. “Muy amado al arrepentimiento no es sino a hacerlo de otro modo. La visión de la Iglesia permanece”. El arrepentimiento tiene que empezar por reconocer o sanamente que la Iglesia-misión enfrenta actualmente un mundo fundamentalmente diferente de todos los anteriores. En tiempo de crisis se encuentran en peligro y la oportunidad. En el campo de la religión, un cambio paradigmático siempre implica tanto continuidad como cambio, tanto fidelidad al pasado como valentía para enfrentar el futuro, tanto constancia como contingencia, tanto tradición como transformación. Esto ha sido cierto para cada uno de los cinco cambios paradigmáticos analizados hasta este punto; algunas sectas radicales intentaron desechar si los de historia cristiana, hacer borrón y cuenta nueva y reinaugurar el reino Dios sin más tardanza. Nos parece que ninguno de los extremos, ni él reaccionario en el excesivamente revolucionario, mayor a la Iglesia y a la misión cristiana alcanzar una mayor claridad ni a servir la causa de Dios de una mejor manera. En palabras de Juan 13 Rocha señaló 63, poco antes de su muerte: “el mundo de hoy, las necesidades esclarecidas en los últimos 50 años y un entendimiento más profundo de la doctrina nos han traído a una nueva situación… No es que el Evangelio haya cambiado; es que hemos empezado comprenderlo mejor”. Lo máximo que podríamos aspirar es a delinear la dirección que debemos estar tomando e identificar el empuje general del paradigma emergente.











Once11.

Misión en tiempos de prueba.

La presencia de una crisis de mayores proporciones. La ciencia, la tecnología y la industrialización han perdido su encanto. Dos guerras mundiales devastadoras; las revoluciones de Rusia y la china; los horrores hechos por los gobiernos., el socialismo nacional, el fascismo, el comunismo y el capitalismo; la creciente brecha entre ricos y pobres, rumbo a un desastre ecológico de escala cósmica. Grupos bautistas que rechazan el bautismo de infantes.. La Iglesia también a perdidos en posición de privilegio. En los tradicionales “campos misioneros”, ha sufrido una profunda revisión. Ahora van países con frecuencias hostiles. David Barrett dijo que en promedio de dos o tres países cada año se niegan a recibir personal misionero. El Islam es una fuerza temible en muchas partes del mundo. Especialmente en China un misionero constituye una presencia embarazosa o un impedimento. En transcurso del siglo XX la empresa misionera en la misma idea misionera han sufrido profundas modificaciones. “Han sido gente de mi lucha, no muy sabia, no muy Santa y tampoco paciente. Han violado la mayoría de los mandamientos y caído en todo los errores imaginables”. La misión cristiana no parece haber sido el objeto de la gracia y bendición de Dios sido de su juicio. Esta y todo lo que conlleva pertenecer a una época pasada. Merece un panegírico para luego ser enterrada. Las masas en la visión con indiferencia y en círculos intelectuales y hasta clericales ya no tiene sentido. Otros en cambio, han argumentado que la Iglesia cristiana es “misionera por su propia naturaleza”. “Muy amado al arrepentimiento no es sino a hacerlo de otro modo. La visión de la Iglesia permanece”. El arrepentimiento tiene que empezar por reconocer o sanamente que la Iglesia-misión enfrenta actualmente un mundo fundamentalmente diferente de todos los anteriores. En tiempo de crisis se encuentran en peligro y la oportunidad. En el campo de la religión, un cambio paradigmático siempre implica tanto continuidad como cambio, tanto fidelidad al pasado como valentía para enfrentar el futuro, tanto constancia como contingencia, tanto tradición como transformación. Esto ha sido cierto para cada uno de los cinco cambios paradigmáticos analizados hasta este punto; algunas sectas radicales intentaron desechar si los de historia cristiana, hacer borrón y cuenta nueva y reinaugurar el reino Dios sin más tardanza. Nos parece que ninguno de los extremos, ni él reaccionario en el excesivamente revolucionario, mayor a la Iglesia y a la misión cristiana alcanzar una mayor claridad ni a servir la causa de Dios de una mejor manera. En palabras de Juan 13 Rocha señaló 63, poco antes de su muerte: “el mundo de hoy, las necesidades esclarecidas en los últimos 50 años y un entendimiento más profundo de la doctrina nos han traído a una nueva situación… No es que el Evangelio haya cambiado; es que hemos empezado comprenderlo mejor”. Lo máximo que podríamos aspirar es a delinear la dirección que debemos estar tomando e identificar el empuje general del paradigma emergente.

carlos monjaras m dijo...

MATERIA: Naturaleza y Misión de la Iglesia II
TAREA: Resumen del libro La misión en transformación
PROFESOR: Rafael Pola Baca
ALUMNO: Carlos Monjaras Mirón


LECCIÓN DIEZ Y ONCE
EL SURGIMIENTO DE UN PARADIGMA POSMODERNO

Los nuevos paradigmas no aparecen de la noche a la mañana. Demoran décadas, hasta siglos, en desarrollar su perfil distintivo. El nuevo paradigma, por lo tanto, todavía se encuentra en el proceso de formación y aún no es del todo claro qué forma adoptará al fin.
Sería imposible trazar con detalle el proceso que llevó a la desintegración del paradigma de la Ilustración.
El racionalismo tenía tanto sentido, particularmente a la luz de sus impresionantes logros en la ciencia y la tecnología, que parecía absurdo cuestionarlo.
Con el transcurso del tiempo llegó a ser obvio que remezones similares se presentarían también en otras disciplinas, incluidas las humanidades. Llegó a ser evidente que Occidente, con la comprensión de la realidad heredada del pasado, estaba en aprietos. Había en el ambiente la exigencia de una crítica más profunda al paradigma de la Ilustración. Tal lectura, en efecto, se dio cuando los investigadores comenzaron a tomar con mayor seriedad el lugar de la historia, del sujeto humano y del grupo social.
Cada una de las cinco respuestas se ensayó en el programa misionero de la Iglesia cristiana, en particular durante el siglo veinte. El siglo veinte ha visto el resurgir poderoso de las llamadas religiones mundiales: Islam, el budismo y el induismo. Lo mismo es cierto respecto al cristianismo.
En Polonia, a pesar de casi cincuenta años de gobierno marxista, la Iglesia Católica Romana parece tener más apoyo de la población que en cualquier época de la historia actual.
Las doctrinas centrales del cristianismo tradicional, según Frye, pueden expresarse únicamente en forma de metáfora; cada intento de ir más allá de eso y explicar las doctrinas tiene un fuerte olor a mortalidad intelectual.

El desafío a la Ilustración.
El problema con el cientificismo es encadenar el pensamiento humano tan cruelmente, como cualquier otro sistema autoritario de creencia.
Cuando la religión se desmorona o se seca, no solo sufren las personas por falta de sentido en la vida sino también la civilización se resquebraja.
La religión y la ciencia se han abrazado y están en perfecto armonía sin tensión alguna.
La fe cristiana siempre ha denominado como malvado todo lo que destruye la vida. Nunca ha afirmado su confianza en Dios sin al mismo tiempo desafiar el poder de los antidioses. Aún si se puede afirmar con toda confianza hoy que muchas de las viejas batallas entre ciencia y religión carecen de sentido, y que la religión puede anticipar un papel más vital en la sociedad que bajo el dominio del paradigma de la Ilustración.
es necesario admitir que las tensiones seguirán y que el futuro papel de la religión será difuso.

Más allá del esquema sujeto-objeto
El dominio sobre la naturaleza y su objetivización, así como el sometimiento del mundo físico a la mente y la voluntad humanas, según el patrón de la Ilustración, tuvo consecuencias desastrosas.
Paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Al mismo tiempo, y paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Primero, la máquina reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas.
Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes se encuentra en lo que actualmente denominamos la crisis ecológica. Hemos herido la capa de ozono, quizá firmando así nuestro propio certificado de defunción. Somos la primera generación que, gracias a la ayuda del poder nuclear, puede destruirse a sí misma.

El redescubrimiento de la dimensión teleológica
La eliminación del propósito y el razonamiento causal lineal proveniente de la Ilustración al fin y al cabo postuló un universo sin sentido. El ser humano, sin embargo, no puede continuar viviendo sin sentido, propósito y esperanza.
Hacia finales del siglo diecinueve, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una teología no escatológica a una escatológica.
Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión, de responsabilidad, de revisión de realidades y posiciones anteriores, sumergidas por muchos años por la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más para inspirar a personas cuya esperanza se había desvanecido.
La Iglesia debía ir más allá de la simple provisión de un servicio tipo ambulancia; debía ocuparse de la reconstrucción rural, de la solución de los problemas industriales.

El desafío al pensamiento progresista.
Tanto católicos romanos como protestantes se unieron con entusiasmo al nuevo proyecto. Las consecuencias del modelo del desarrollo, sin embargo, fueron contrarias a lo que se había esperado. Los países ricos se volvieron más ricos y los pobres aún más pobres. En los países pobres, las clases privilegiadas parecen ser las que se han beneficiado más de los programas, Social y ecológicamente los resultados fueron a menudo casi desastrosos. Los proyectos de desarrollo con frecuencia tuvieron el efecto opuesto a lo esperado: los desarrollistas de Occidente se volvían aún más poderosos que antes, y la brecha del poder entre norte y sur, en vez de cerrarse, de hecho se abrió más.
Las naciones industrializadas acumularon sus riquezas por medio de la explotación de los países no occidentales en el período de la colonización. De hecho, hay pobreza porque hay riqueza.

Un marco fiduciario
Fundamental para el paradigma de la Ilustración era la distinción radical entre hechos y valores. No han sido solamente los monstruos liberados por la ciencia los que han ayudado a la ciencia de la Ilustración a volverse cuerda.
La objetividad, generalmente atribuida a las ciencias exactas, ha demostrado ser una ilusión y, en efecto, un ideal falso.
El paradigma bien puede ser una cosmovisión científica particular, o una religión o ideología. Puede que sea un caso de aferrarse a creencias no comprobadas, pero no es cuestión de estar actuando irracionalmente. Más bien. La posición auténticamente cristiana en ese sentido es de humildad y autocrítica.
Sabemos mejor que nunca que, aunque el futuro permanece abierto e invita a la libertad, se nos advierte respecto a nuevas tiranías y estamos enfrentando nuevas ansiedades.
Esta percepción reviste de una importancia determinante para la actitud de la misión y del misionero cristianos frente a personas de otras creencias.

Optimismo en disciplina
Los grandes proyectos de Occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el Tercer Mundo, han sido casi todo un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos disfruten de paz, libertad y justicia, se volvió una pesadilla de conflicto, esclavitud e injusticia. Desde la década de los setenta se ha oscurecido el horizonte progresivamente. La gente se da cuenta otra vez de la realidad del mal en el ser humano y en las estructuras de la sociedad. El horizonte ya no es ilimitado.
Todo esto no sugiere, que debemos rendirnos ante el pesimismo y la desesperanza. La gente a nuestro alrededor esta buscando un nuevo sentido para la vida. Este es el momento en que la Iglesia y la misión cristianas, una vez más, podrían humilde pero firmemente presentar la visión del Reino de Dios.

Hacia la interdependencia
El credo de la Ilustración enseñaba que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente de lo que otros piensen o digan. La supuesta apertura del liberalismo moderno significa, en realidad, no tomar en serio a otros, que a pesar de tener la libertad para creer y hacer lo que quieran, muchos ya no creen en nada e invierten su vida entera en el trabajo frenético y en el juego frenético para no enfrentar la realidad, para evitar mirar el abismo.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia. El individuo no es un nómada sino que forma parte de un organismo. Únicamente hay salvación y supervivencia juntas. La generación del yo tiene que ceder ante la generación de nosotros. La razón instrumental de la Ilustración necesita el complemento de la razón comunicativa. En esto radica precisamente la actualidad del redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad.

CAPITULO ONCE: MISION EN TIEMPOS DE PRUEBA
Nunca antes en la historia de la humanidad se han preocupado tanto los eruditos de todas las disciplinas, incluyendo la teología, no solo por el estudio de su respectiva disciplina.
Este estado de cosas indica la presencia de una crisis de mayores proporciones o, el advenimiento de un cambio paradigmático significativo en todas las ramas de la ciencia .Los eventos de la historia mundial han sacudido la civilización occidental hasta la medula: dos guerras mundiales devastadoras; las revoluciones de Rusia y la China; los horrores perpetrados por los gobiernos comprometidos con el socialismo nacional, el fascismo, el comunismo y el capitalismo; la creciente brecha entre ricos y pobres, y el
darnos cuenta de que estamos rumbo a un desastre ecológico de escala cósmica, y de que el progreso resulto ser un dios falso
La iglesia también ha perdido. Su posición de privilegio. En los tradicionales campos misioneros la posición de las agencias misioneras del mundo occidental y sus misioneros han sufrido una profunda revisión, ya no salen los misioneros como representantes del poderoso occidente a territorios sujetos a naciones blancas y “cristianas” sino a países hostiles a las misiones cristianas.

eleazzar gonzalez garcia dijo...

SEMINARIO TEOLOGICO BAUTISTA CAMPUS HOREB

MATERIA: Naturaleza y Misión de la Iglesia
TAREA: Resumen del libro MISIÓN EN TRANSFOMACIÓN
PROFESOR: Rafael Pola Baca
ALUMNO: Eleazar González García

LECCIÓNES DIEZ Y ONCE

EL SURGIMIENTO DE UN PARADIGMA POSMODERNO

Los nuevos paradigmas no aparecen de la noche a la mañana. Demoran décadas, hasta siglos, en desarrollar su perfil distintivo.
Sería imposible trazar con detalle el proceso que llevó a la desintegración del paradigma de la Ilustración.
El racionalismo tenía tanto sentido, particularmente a la luz de sus impresionantes logros en la ciencia y la tecnología, que parecía absurdo cuestionarlo.
Con el transcurso del tiempo llegó a ser obvio que remezones similares se presentarían también en otras disciplinas, incluidas las humanidades. Llegó a ser evidente que Occidente, con la comprensión de la realidad heredada del pasado, estaba en aprietos. Había en el ambiente la exigencia de una crítica más profunda al paradigma de la Ilustración. Tal lectura, en efecto, se dio cuando los investigadores comenzaron a tomar con mayor seriedad el lugar de la historia, del sujeto humano y del grupo social.
Cada una de las cinco respuestas se ensayó en el programa misionero de la Iglesia cristiana, en particular durante el siglo veinte. El siglo veinte ha visto el resurgir poderoso de las llamadas religiones mundiales: Islam, el budismo y el induismo. Lo mismo es cierto respecto al cristianismo.
En Polonia, a pesar de casi cincuenta años de gobierno marxista, la Iglesia Católica Romana parece tener más apoyo de la población que en cualquier época de la historia actual.
Las doctrinas centrales del cristianismo tradicional, según Frye, pueden expresarse únicamente en forma de metáfora; cada intento de ir más allá de eso y explicar las doctrinas tiene un fuerte olor a mortalidad intelectual.
El problema con el cientificismo es encadenar el pensamiento humano tan cruelmente, como cualquier otro sistema autoritario de creencia.
Cuan do la religión se desmorona o se seca, no solo sufren las personas por falta de sentido en la vida sino también la civilización se resquebraja.
La religión y la ciencia se han abrazado y están en perfecto armonía sin tensión alguna.
La fe cristiana siempre ha denominado como malvado todo lo que destruye la vida. Nunca ha afirmado su confianza en Dios sin al mismo tiempo desafiar el poder de los antidioses. Aún si se puede afirmar con toda confianza hoy que muchas de las viejas batallas entre ciencia y religión carecen de sentido, y que la religión puede anticipar un papel más vital en la sociedad que bajo el dominio del paradigma de la Ilustración.
Paradójicamente, en vez de liberar a la humanidad, la sometió a esclavitud. Primero, la máquina reemplazó al esclavo humano, luego los seres humanos se convirtieron en esclavos de las máquinas.
Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes se encuentra en lo que actualmente denominamos la crisis ecológica. Hemos herido la capa de ozono, quizá firmando así nuestro propio certificado de defunción. Somos la primera generación que, gracias a la ayuda del poder nuclear, puede destruirse a sí misma.
La eliminación del propósito y el razonamiento causal lineal proveniente de la Ilustración al fin y al cabo postuló un universo sin sentido.
Hacia finales del siglo diecinueve, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una teología no escatológica a una escatológica.
Las nociones de arrepentimiento y conversión, de visión, de responsabilidad, de revisión de realidades y posiciones anteriores, sumergidas por muchos años por la lógica sofocante del rígido pensamiento causa-efecto, vuelven a surgir una vez más para inspirar a personas cuya esperanza se había desvanecido.
La Iglesia debía ir más allá de la simple provisión de un servicio tipo ambulancia; debía ocuparse de la reconstrucción rural, de la solución de los problemas industriales.
Las consecuencias del modelo del desarrollo, sin embargo, fueron contrarias a lo que se había esperado. Los países ricos se volvieron más ricos y los pobres aún más pobres. En los países pobres, las clases privilegiadas parecen ser las que se han beneficiado más de los programas, Social y ecológicamente los resultados fueron a menudo casi desastrosos. Los proyectos de desarrollo con frecuencia tuvieron el efecto opuesto a lo esperado: los desarrollistas de Occidente se volvían aún más poderosos que antes, y la brecha del poder entre norte y sur, en vez de cerrarse, de hecho se abrió más.
Las naciones industrializadas acumularon sus riquezas por medio de la explotación de los países no occidentales en el período de la colonización. De hecho, hay pobreza porque hay riqueza.
Fundamental para el paradigma de la Ilustración era la distinción radical entre hechos y valores. No han sido solamente los monstruos liberados por la ciencia los que han ayudado a la ciencia de la Ilustración a volverse cuerda.
La objetividad, generalmente atribuida a las ciencias exactas, ha demostrado ser una ilusión y, en efecto, un ideal falso.
El paradigma bien puede ser una cosmovisión científica particular, o una religión o ideología. Puede que sea un caso de aferrarse a creencias no comprobadas, pero no es cuestión de estar actuando irracionalmente. Más bien. La posición auténticamente cristiana en ese sentido es de humildad y autocrítica.
Sabemos mejor que nunca que, aunque el futuro permanece abierto e invita a la libertad, se nos advierte respecto a nuevas tiranías y estamos enfrentando nuevas ansiedades.
Los grandes proyectos de Occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el Tercer Mundo, han sido casi todo un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos disfruten de paz, libertad y justicia, se volvió una pesadilla de conflicto, esclavitud e injusticia. Desde la década de los setenta se ha oscurecido el horizonte progresivamente. La gente se da cuenta otra vez de la realidad del mal en el ser humano y en las estructuras de la sociedad. El horizonte ya no es ilimitado.
Todo esto no sugiere, que debemos rendirnos ante el pesimismo y la desesperanza.
El credo de la Ilustración enseñaba que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad, independientemente de lo que otros piensen o digan. La supuesta apertura del liberalismo moderno significa, en realidad, no tomar en serio a otros, que a pesar de tener la libertad para creer y hacer lo que quieran, muchos ya no creen en nada e invierten su vida entera en el trabajo frenético y en el juego frenético para no enfrentar la realidad, para evitar mirar el abismo.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia. El individuo no es un monada sino que forma parte de un organismo. Únicamente hay salvación y supervivencia juntas. La generación del yo tiene que ceder ante la generación de nosotros. La razón instrumental de la Ilustración necesita el complemento de la razón comunicativa. En esto radica precisamente la actualidad del redescubrimiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y de la misión cristiana como edificación de una comunidad.



LECCION ONCE
MISION EN TIEMPOS DE PRUEBA

Los eventos de la historia mundial han sacudido la civilización occidental hasta la médula. La rápida secularización no sólo del mundo occidental sino también de gran parte del resto del mundo.
Los adventistas rescataron la muy abandonada expectativa de la parusía. Los grupos Pentecostales y carismáticos protestaron la pérdida de los dones del Espíritu Santo en el cristianismo establecido.
Los grupos bautistas rechazaron el bautismo de infantes porque implicaba la pertenencia automática a la Iglesia como miembro y la ausencia de una decisión personal.
Las grandes religiones del mundo, una vez consideradas moribundas, se han vuelto más misioneras de lo que el cristianismo ha sido en toda su historia. El Islam, en particular, es una fuerza temible en muchas partes del mundo y más resistente que nunca a influencias cristianas.
En el transcurso del siglo veinte la empresa misionera y la misma idea misionera han sufrido profundas modificaciones.
¿Cómo puede la Iglesia arrepentirse de sus errores pasados? ¿Cómo puede redescubrir la esencia de su naturaleza y llamado? ¿Tiene que estar siempre a la defensiva? ¿Le toca rendirse ante las presiones de un mundo radicalmente distinto al que al principio fue enviada con su misión? Estas son algunas de las preguntas frente a las cuales tenemos que aventurar una respuesta.
El arrepentimiento tiene que empezar por reconocer osadamente que la Iglesia en misión enfrenta actualmente un mundo fundamentalmente diferente de todos los anteriores.
Durante la era de la Reforma gran parte de la respuesta oficial por parte de la Iglesia Católica a los esfuerzos de Martín Lutero se expresó más en términos contrarreformistas que reformistas.

omar martinez dijo...

DIEZ
EL SURGIMIENTO DE UN PARADIGMA PÓSMODERMO

EL FIN DE LA ERA MODERNA
En cada época histórica durante los últimos dos mil años la idea misionera ha sido influenciada profundamente por el contexto en que los cristianos vivían y trabajaban. La era moderna o de la Ilustración no sería la última época de la historia mundial que ejercería una influencia sobre el pensamiento y la práctica misioneros. Surgiría un paradigma más, al cual denominaremos, por el momento, el paradigma posmoderno.
Descartes, ampliamente considerado como el padre de la Ilustración, apeló al principio de la duda radical como el meollo de su método. Únicamente la duda, creía él, purgaría la mente humana de toda opinión basada en la mera confianza abriéndola a un conocimiento fundamentado en la razón.
Su contemporáneo, apenas un poco mayor, Francis
Bacon (1561–1626), postuló un acercamiento inductivo, mientras Isaac Newton (1642–1717) fue el primero en introducir una combinación de los dos métodos. Los dos acercamientos nunca se fusionaron totalmente, sin embargo, y permanecieron en esencia como dos modelos complementarios para la investigación científica.
El racionalismo tenía tanto sentido, particularmente a la luz de sus impresionantes logros en la ciencia y la tecnología, que parecía absurdo cuestionarlo.
El primer asalto al edificio racionalista vino más bien de la misma disciplina en la cual los cánones cartesianos y newtonianos parecían totalmente inviolables, a saber, el campo de la física, en el cual científicos como Albert Einstein y Niels Bohr introdujeron tal revolución en el pensamiento que Werner Heisenberg pudo llegar a decir que los fundamentos mismos de la ciencia habían comenzado a sacudirse, y que estábamos
frente a la necesidad de casi volver a empezar de nuevo.

El desafío a la Ilustración
La expansión del racionalismo
Cada una de las cinco respuestas se ensayaron en el programa misionero de la Iglesia cristiana, en particular durante el siglo veinte: el cristianismo se propagó en términos de una experiencia religiosa única, como algo limitado a la vida privada, como algo más racional que la ciencia misma, como la regla para toda la sociedad y como lo que podía liberar a la humanidad de toda forma de apego religioso redundante.
Las religiones no cristianas no han desaparecido, como había sugerido J. Warneck (1909). El siglo veinte ha visto un resurgir poderoso de las llamadas religiones mundiales: Islam, el budismo y el hinduismo.
El resurgir de la religión, sin embargo, tiene mucha más sustancia. Una razón fundamental detrás de ello es la estrechez de la percepción característica de la Ilustración de que la racionalidad constituía una piedra angular adecuada sobre la cual uno podría edificar su vida.
Es imprescindible escoger de lo mejor de las expresiones modernas de la ciencia, la filosofía, la crítica literaria, el método histórico y el análisis social y constantemente reflexionar y repensar nuestro entendimiento teológico a la luz de todo ello (Young 1988:311). Debemos, de hecho, retener y defender el poder crítico de la Ilustración pero, a la vez, rechazar su reduccionismo.
Con la fácil integración de la religión a su sistema, el paradigma posmoderno ha tragado un veneno que no va a ser tan fácil de digerir (:16). La religión auténtica amenaza la cosmovisión emergente, como hizo con todas las anteriores.

Más allá del esquema sujeto-objeto
Otra consecuencia desastrosa del modelo de Descartes se encuentra en lo que actualmente denominamos la crisis ecológica.
La cultura de la Ilustración ha malinterpretado al ser humano y a la naturaleza, y no sólo en algunos de sus aspectos, sino en su fundamento y totalidad.
El llamado, entonces, es a una reorientación básica. Uno debe volver al concepto de sí mismo como un hijo o una hija de la Madre Tierra, como hermana y hermano frente a otros seres humanos.

El redescubrimiento de la dimensión teleológica
La eliminación del propósito y el razonamiento causal lineal proveniente de la Ilustración al fin y al cabo postuló un universo sin sentido.
Hacia finales del siglo diecinueve, sin embargo, y más distintivamente en el veinte, se dio un cambio radical de una teología no-escatológica a una escatológica.

El desafío al pensamiento progresista
El auge del proyecto de la expansión colonial se debió en gran parte al pensamiento progresista de la Ilustración. La política del colonialismo benéfico, sin embargo, se nutrió en parte de la empresa misionera del cristianismo.
La Iglesia debía ir más allá de la simple provisión de un servicio tipo ambulancia; debía ocuparse de la reconstrucción rural, de la solución de los problemas industriales. Tanto católicos romanos como protestantes se unieron con entusiasmo al nuevo proyecto.

Un marco fiduciario
Fundamental para el paradigma de la Ilustración era la distinción radical entre hechos y valores. Todo este edificio, sin embargo, entró en colapso. Los muros entre sujeto y objeto y entre valor y hecho, levantados por el positivismo y el empirismo, han empezado a resquebrajarse.
No han sido solamente los monstruos liberados por la ciencia los que han ayudado a la ciencia de la Ilustración a volverse cuerda. Los voceros del Tercer Mundo también empezaron a cuestionar la neutralidad de la ciencia al plantear la pregunta: ¿A los intereses de quién está sirviendo la ciencia?
La alternativa al objetivismo o el absolutismo no tiene que ser obligatoriamente el subjetivismo y el relativismo.

Optimismo en disciplina
Los grandes proyectos de Occidente, tanto los domésticos como los que tuvieron lugar en el Tercer Mundo, han sido casi todos un rotundo fracaso. El sueño de un mundo unido, donde todos disfruten de paz, libertad y justicia, se volvió una pesadilla de conflicto, esclavitud e injusticia. La decepción es de tal magnitud y tan fundamental que es imposible desconocerla o reprimirla.
Desde la década de los setenta se ha oscurecido el horizonte progresivamente. La gente se da cuenta otra vez de la realidad del mal en el ser humano y en la estructuras de la sociedad. El horizonte ya no es ilimitado.




Hacia la interdependencia
Hay en los individuos demasiada autosuficiencia para reconocer sus raíces religiosas o nutrirse de ellas, demasiada sofisticación para ser engañados por el brillo de una y otra ideología irracional; todo lo que les queda al final es el abrazo del nihilismo.
La autonomía del individuo, tan elogiada en décadas recientes, ha terminado en la heteronomía: la libertad para creer cualquier cosa, que ha terminado en la falta de creencia alguna.
Se necesitan dos cosas para romper la cadena de esta espuria doctrina de la autonomía y rescatar lo verdaderamente humano. Primero, debemos reafirmar lo indispensable de la convicción y del compromiso.
En segundo lugar, necesitamos recobrar el sentido de pertenencia, de interdependencia, de simbiosis.



ONCE
MISIÓN EN TIEMPOS DE PRUEBA

Los eventos de la historia mundial han sacudido la civilización occidental hasta la médula: dos guerras mundiales devastadoras; las revoluciones de Rusia y la China; los horrores perpetrados por los gobiernos comprometidos con el socialismo nacional, el fascismo, el comunismo y el capitalismo; el colapso de los grandes imperios coloniales; la rápida secularización no sólo del mundo occidental sino también de gran parte del resto del mundo; la creciente brecha entre ricos y pobres, y el darnos cuenta de que estamos rumbo a un desastre ecológico de escala cósmica, y de que el progreso resultó ser, en efecto, un dios falso.
Era inconcebible que la Iglesia, teología y misión cristianas salieran intactas.
La Iglesia también ha perdido su posición de privilegio. En muchas partes del mundo, aun en regiones donde la Iglesia se había instalado como un factor de poder por más de un milenio, ser cristiano es más un impedimento que una ventaja.
En los tradicionales campos misioneros la posición de las agencias misioneras del mundo occidental y sus misioneros ha sufrido una profunda revisión. Ya no salen los misioneros como embajadores o representantes del poderoso Occidente a territorios sujetos a naciones blancas y cristianas. Ahora van a países con frecuencia hostiles a las misiones cristianas.
Los misioneros, quizás más que otros caracterizados por la tendencia a verse como inmunes a las debilidades y pecados del cristiano común y corriente, tardaron en darse cuenta de que no eran distintos de las iglesias de donde salieron.
El arrepentimiento tiene que empezar por reconocer osadamente que la Iglesia-en-misión enfrenta actualmente un mundo fundamentalmente diferente de todos los anteriores.
Nos parece que ninguno de los extremos, ni el reaccionario ni el excesivamente revolucionario, va a ayudar a la Iglesia y la misión cristianas a alcanzar una mayor claridad ni a servir la causa de Dios de una mejor manera.